¿En QUÉ somos competitivos?
mercedesramírez2018@outlook.com
Venezuela ejerce su soberanía en una extensión de 912.050
Km2. Mantuvo un liderazgo regional
basado en un sólido sistema democrático y equilibrado intercambio de su riqueza
fundamental por tecnología y suministros.
Como ventana del Continente Latinoamericano su ubicación geográfica le
confiere gran importancia para el comercio de toda clase de mercaderías en el
resto del mundo. Quinto productor de
petróleo a nivel mundial. Las reservas
petroleras de nuestra nación son las mayores del planeta. Hoy las cifras deben llamarnos a reflexión
para diseñar y emprender nuevos esquemas que nos conduzcan a la recuperación de
su sitial de honor.
Si miramos con detenimiento los indicadores de nuestros
más cercanos vecinos como lo son Brasil
y Colombia, encontraremos lo siguiente:
En el primero de los casos se trata de un país con una población que
sobrepasa los ciento cincuenta millones de habitantes, -el de mayor porcentaje
de ciudadanos católicos en el mundo-, coexistiendo en Brasil las creencias por el
vudú, la magia negra, la macumba, y otros, evidenciándose palpablemente un gran
sincretismo religioso como consecuencia de su pasado histórico en el cual, la
presencia africana ha dejado su huella indeleble al igual que en todo el caribe. A pesar del gran mestizaje cultural,
religioso y racial, Brasil posee tecnología propia y de avanzada tanto en
industria automovilística como en informática, (software - hardware). De igual modo han sabido hacer de la cirugía
plástica un producto de exportación, logrando ser visitados por grandes personalidades
del mundo para esta finalidad.
Nuestros lectores podrían estar preguntándose, ¿y
que tiene que ver todo esto con nuestra producción agrícola? Pues tiene mucho que ver, tanto que estamos
hablando de un país que representa un alto porcentaje del total de superficie
que posee el planeta. Y lo tenemos a la
vuelta de la esquina esperando que comencemos a tomarlo en cuenta como
consumidor. Por ello debemos conocer sus
indicadores
sociales tanto como los nuestros, porque se trata de un mercado virtual de
165 millones de personas que se transportan, visten, alimentan, hacen deporte,
oyen música, ven televisión, van al banco… y consumen.
Brasil posee una elevadísima cifra de analfabetismo,
así como también de homo-sexualidad, y por ende, la casuística ha sido alarmante
debido a la incidencia del sida; todo lo
cual no le impide en absoluto exhibir cifras de producción en rubros agrícolas
como azúcar, cacao, café, algodón, carne, cerdo, pesca, maíz, sorgo, soya, por
citar sólo algunos, colocándoles a la
cabeza en las listas de producción agrícola junto a países de dilatada
trayectoria en esta materia en el mundo desarrollado.
Su gran extensión territorial (8.511.996 Km2), le
hacen el país más grande de la América Latina.
Las condiciones climatológicas y calidad de suelo convierten a la selva
amazónica en reservorio ambiental de la humanidad y en fuente inagotable de
materias primas para la industria mundial. Las garotas y su fútbol le han dado varias
veces la vuelta al globo terráqueo.
En cuanto a Colombia, se trata de un país con
una extensión de 1.147.748 Km2, sobrepasa los treinta y cinco millones de
habitantes y también está facultado para satisfacer su demanda interna en
materia agroalimentaria así como también en otro, no tan nutritivo producto que ha podido despertar suspicacias por ser su
principal rubro de exportación y por los acelerados efectos positivos que ha
causado en su economía.
En
ambos países está representada aproximadamente la mitad de la población del continente.
Ahora bien, dadas las condiciones de proximidad de este vastísimo mercado
cabría preguntarnos: ¿en qué somos competitivos?
Hemos venido resignándonos a literalmente
“tragarnos” todo aquello que requerimos y no somos aptos para producir en condiciones
de competitividad, desestimando un mercado que, obligatoriamente y aunque sólo
fuese para mantener un satisfactorio y recíproco equilibrio comercial,
deberíamos penetrar con un rubro –aunque nada más y únicamente fuera uno solo-, distinto a nuestro
tradicional petróleo. Por algo se
empieza.
Es fácil
deducir que al lograr equilibrar nuestra balanza comercial con tan solo estos
dos cercanos países, dadas sus ya enunciadas características, y atendiendo
aquella vieja máxima japonesa que ha hecho grandes a los nipones, que reza “para
poder vender (exportar), hay que comprar (importar)”, ya podríamos ir pensando a
mediano-largo plazo en conquistar otros
mercados de mayor complejidad.
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